"La Mujer no quie ser Cenicienta" - Yuria Burguete Vela

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"LA MUJER NO QUIERE SER CENICIENTA"

A veces, en días alegres, logro rejuvenecer a mi vieja esperanza, la que yace junto a mí en las horas vacías, saturadas de la nada.
Tú, mi imagen en el espejo, tal vez entiendas lo que digo, veo que en tu superficie lisa se refleja más que la sola imagen de una mujer, reflejas mis pensamientos, esos que detienen el avance.
En temporadas de tristeza no me gusta ver llorar, así como los pájaros no les gusta que llueva y se mojen sus plumas; a mí se me paraliza el deseo de soñar, se sentir la vida correr y retornar a los pulmones, al corazón.

Si estoy triste y los demás contentos, eso significa que el motor que controla mis emociones está enmohecido, o sin el aceite necesario para lubricar mi mejor sonrisa.
Ponerme triste es como pronosticar el tiempo. En la mañana veo nubarrones y sé que al oscurecer habrá tormenta. A veces, la rodilla me duele como a los ancianos que saben cuando va a llover, así sé yo cuándo comienzo a llorar.
Heme aquí, disfrazando mi temor al llanto con estas palabras que intentan cubrirme de razón.
Algo ocurrió en el transcurso del último recuento de mi vida. Así como se inicia un inocente paseo a la plaza y en el camino uno pierde el bolso o la alegría, de esa forma perdí el contacto con mi interior. Es que la vida corre, corre y hay que estar bien preparados para alcanzarla, de lo contrario en cualquier esquina nos podemos quedar extraviados, sin saber qué hacer o a dónde dirigirse.
El mayor miedo que tengo es que cuando aparezca de nuevo mi espíritu, no me reconozca y se siga de largo, dejando a este cuerpo vacío que camina y habla por instinto.
Presiento que dentro de mí continúa esa llama que en días despejados puedo observar justo en el centro de mi corazón. Esa llama es la que da fuerza al espíritu para no derrumbarse, es la luz de vida que protege y energiza los sueños.
Hoy decido no dejar morir esa llama que ilumina mi camino y su claridad inunda de paz mi alma.